Elías Jaua Milano
La noche del 13 de diciembre de 1994, el Comandante Hugo Chávez Frías aterrizaba en La Habana para dictar una conferencia sobre el pensamiento de Simón Bolívar. Antes de que el avión que lo transportaba llegara a la terminal de pasajeros del Aeropuerto Internacional José Martí, se escucha por los parlantes internos de la aeronave comercial: “Pasajero Hugo Chávez, favor acercarse a la cabina”. Una vez allí le explican que, a solicitud de las autoridades cubanas, debe bajar del avión en ese sitio. Cuando se abre la escotilla del avión ya hay una escalera conectada. Chávez mira abajo y ve la figura imponente del Comandante Fidel Castro Ruz. Baja y se funden en un abrazo que sellaría una camaradería para siempre. Al día siguiente vendrían los discursos memorables de ambos en el Aula Magna de la prestigiosa Universidad de La Habana.
Desde el Centro de Estudios para la Democracia Socialista (CEDES) queremos reivindicar aquel encuentro, que hoy celebramos como el inicio de un camino de renacimiento de las ideas integracionistas de nuestra América Latina y el Caribe, y de un proceso de revitalización de las ideas socialistas a escala internacional.
La unión latinoamericana y caribeña, tras la consolidación de la Revolución Bolivariana en Venezuela, se hizo realidad concreta. Teniendo como motor la Alianza Bolivariana (ALBA), surgieron Petrocaribe, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como expresión de la corriente soberanista, democrática popular, que insurgió con fuerza en la primera década de este siglo XXI en la mayoría de los países de la región.
Aquel abrazo, desde ese mismo día, se convirtió en una interpelación al ejercicio imperialista de los gobiernos de Estados Unidos hacia nuestros países y en el mundo. Las voces de Fidel y Chávez se hicieron millones de voces alrededor del planeta, clamando por un mundo multipolar. Las instituciones multilaterales tuvieron que escuchar en su propio seno lo que los pueblos exigen en las calles a las elites globales: respeto a la soberanía y a la diversidad cultural, paz con justicia, preservación del medio ambiente, volver al ser humano como prioridad frente al capital, en fin, una humanidad que sea humana, que es lo que merecemos todos los pueblos del mundo.
El abrazo de Fidel y Chávez se convirtió en un abrazo de cariño, cuido y apoyo para millones de seres humanos. Hombres y mujeres que aprendieron a leer y escribir, que culminaron estudios primarios, secundarios y universitarios, que recuperaron la visión y la movilidad de su cuerpo, que salvaron la vida mediante una operación sencilla o una atención médica a tiempo. Miles de niños y niñas que vencieron la condena a muerte por ser pobres, mediante una operación gratuita de cardiopatía congénita. Decenas de miles de campesinos, campesinas, pescadores, pescadoras, trabajadores y trabajadoras que recibieron capacitación técnica para producir mejor y alimentar a nuestros pueblos. Abrazo que tocó el alma de los pueblos, porque colocaron en el centro las necesidades de los seres humanos.
Habría que escribir más de un libro sobre lo que la amistad entre estos dos gigantes revolucionarios contribuyó a la causa de la humanidad, de lo que inspiró para seguir luchando por otro mundo necesario, distinto al capitalismo. Fidel y Chávez demostraron con hechos concretos que un mundo socialista es posible. Gracias a la vida que nos permitió vivir en tiempos de esa amistad, privilegio que nos compromete a las corrientes revolucionarias a seguir luchando por la alborada de un mundo nuevo.
¡Que viva Fidel! ¡Que viva Chávez! ¡Que viva la amistad entre los pueblos! ¡Que viva la causa humana!
Elías Jaua Milano, Presidente de CEDES