La LOTTT: diez años después

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Luís Salas Rodríguez

En la más reciente encuesta de coyuntura publicada por Conindustria, referida al último trimestre de 2021, se pueden encontrar varios datos interesantes.

El primero tiene que ver con la capacidad industrial utilizada. Según la encuesta –basada en entrevistas a industriales–, esta ronda en promedio el 27%. Esto significa que el 83% de la capacidad instalada se encuentra inoperativa.

El segundo son las razones de un problema muy particular: la caída del empleo. Los mayores porcentajes como principales causales se los llevan la fuga de mano de obra y la alta rotación de la misma tras mejores salarios. 

En tercer lugar encontramos las razones que más impactan en la producción: el 88% de los encuestados colocó en primer lugar a la caída de la demanda, al tiempo que el 57% dijo que la caída de las ventas es el principal problema que afecta hoy día su negocio. 

Son datos muy llamativos, si se toma en cuenta que la encuesta abarca la última parte del año pasado, cuando fue evidente la reactivación de la economía venezolana justamente por un aumento del consumo post-cuarentena.  

Pero además, y sobre todo, porque las respuestas están muy lejos de ser las tradicionalmente enumeradas por los empresarios y comerciantes a la hora de explicar por qué no están marchando bien los negocios, a saber: incertidumbre, falta de garantías, ataques a la propiedad privada, altas tasas impositivas, costo elevado de la mano de obra, rigidez laboral, etc. 

De un tiempo a esta parte, la gremial Fedecamaras también ha hecho declaraciones que van en esta misma línea. Incluso su Presidente, Noel Álvarez, ha llegado a afirmar que es necesario incrementar el salario mínimo para mejorar la capacidad adquisitiva del venezolano y por esa vía las ventas.   Todo un detalle, pues la norma más bien expresa que cuando los empresarios hablan de los salarios no es precisamente para decir que hay que incrementarlos. Y en todo caso, pocas veces se ha visto en la historia mundial que sean estos los que aboguen por subir salarios, si es que alguna vez se ha visto.


La Ley del Trabajo: diez años después


Este 30 de abril de 2022 se cumplen diez años de la promulgación de la LOTTT. Y es una muy buena ocasión para hacer notar que estos diagnósticos, tanto de Conindustria como de Fedecamaras, no solo son atípicos por lo que acabamos de decir, sino que además van a contravía total con lo que era su postura los días previos y posteriores a la promulgación de la LOTTT por el entonces presidente Hugo Chávez Frías. 

De hecho, no es una exageración decir que además de la muerte de Chávez y el posterior triunfo electoral del presidente Nicolás Maduro Moros, nunca reconocido por la oposición, fue la rebelión atizada por las gremiales patronales (incluyendo en esta lista a Consecomercio y Venancham) contra la Ley del Trabajo lo que disparó el círculo vicioso de violencia e inestabilidad que nos consumió como país y, por ende, una de las principales causas del descalabro económico del último quinquenio.

Violencia e inestabilidad expresada al menos de dos maneras: una la política, que comenzó el mismo día del triunfo electoral del presidente Maduro Moros en abril de 2013. Y otra la económica, expresada en el rally especulativo contra la moneda y los precios. 

Desde luego que cuando decimos “una de las causas principales”, no queremos decir que haya sido la única y tal vez ni siquiera la principal. Se trata sin duda de un tema más complejo. A mi modo de ver, en todo caso, dicha rebelión favoreció una polarización de la cual no solo hemos sido víctimas los trabajadores y trabajadoras, lo que es evidente, sino también un gran número de comerciantes y empresarios.

Y es que la Ley del Trabajo de 2012 (la tercera en la materia en el país, tras la de 1936, fruto de las presiones obreras, y la neoliberal de 1997) fue ciertamente un hito en el proceso de inclusión social masivo iniciado en 1999 tras la promulgación de la CRBV y la declaratoria de Venezuela como un Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia. Pero también en la política económica sostenida sobre dicha inclusión y que en su momento posibilitó la creación de un dinámico mercado interno cuyo pilar fue, precisamente, la democratización del consumo.

Democratización que impulsó uno de los periodos de crecimiento de la actividad económica más prolongados del país: una mano de obra altamente cualificada por la democratización del acceso a la educación, una mayoritaria formalización del mercado de trabajo y un aumento de las ventas, del cual se vieron beneficiados los empresarios y comerciantes. Beneficio contra el cual estos últimos conspiraron de manera suicida y que hoy extrañan, lo cual no significa que sean conscientes y hayan aprendido la lección. 

Hoy que la fase más dura de esta confrontación parece haber quedado atrás, es hora de reparar los daños, y en pos de la progresividad de los derechos establecer de nuevo las bases de un crecimiento basado en el mercado interno, una exigencia que por lo demás el curso de la situación mundial post-COVID y post-conflicto Rusia-Ucrania está imponiendo.

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